El pie es la única parte de nuestro cuerpo que tiene contacto con el medio en el que nos movemos, por lo que según la forma en que lo haga, tendremos unas consecuencias que pueden ser causantes de alteraciones biomecánicas. Es por ello de la importancia de nuestra huella plantar
Nuestro cuerpo aprovecha la energía y reparte las fuerzas mejor si tenemos una correcta manera de pisar y andar. Cuando la morfología del pie es la correcta, formamos algo parecido a una semiesfera (entre los dos pies), una forma muy eficiente de repartir las cargas.
Se trata de un método de valoración para tipificar el tipo de pies; obteniendo como mayor riesgo lesional los pies más planos, ligados a un mayor número de patologías asociadas.
La huella (o pisada) es un factor importante para saber la morfología del pie.
Aunque hay gran variedad de huellas según el tipo de pie, en el siguiente diseño te mostramos las 4 más habituales en consulta:
Pie normal. El pie no presenta ningún tipo de deformidad a la hora de dar el paso.
Pie plano. El arco interno desaparece o está aplanado.
Pie cavo. El arco interno es más grande de lo normal.
Pie valgo. La carga del pie se desplaza hacia el lado interno.
Cuando la parte anterior, externa y talón contactan podemos ver que es una huella normal, cuando hay un contacto total de la planta con el suelo hablamos de un pie plano y cuando solamente se apoya en el talón y en el antepié le llamaremos pie cavo. Diversos factores pueden llevarnos a una posición incorrecta del pie y una huella anómala. El factor hereditario, los hábitos, el tipo de calzado y el tono muscular son los más importantes.
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